Nosotros, las empresas familiares, reunimos el 90% de las empresas de nuestro país según reciente estudio del Instituto de la Empresa Familiar. He visto un mapa de España donde además de la distribución geográfica, se ven puntitos representando las empresas familiares y, visto así como desde lejos, por nuestro tamaño nos definirían como microempresas de un modo bastante general. Naturalmente la inmensa mayoría son pymes, pero también hay grandes empresas de importancia extraordinaria. Esta es la foto que veo cuando reflexiono acerca de la presente inquietud de los expertos economistas, instituciones y gobiernos por el escaso tamaño de las pymes españolas.

Decía, somos empresas familiares y es en este detalle donde quiero reparar atención pues por ser empresas familiares somos especiales. Lo explicaré dividiendo la visión empresa por un lado y la familiar por otro.

Empresa

Como somos empresa, no lo olvidemos, como tal tenemos que actuar en sociedad, una sociedad que cambia y lo hace con rapidez, que evoluciona constantemente, que está muy informada y es exigente. Pero resulta que en esa sociedad están nuestros clientes finales. Por lo tanto, lo que ofrecemos como empresa a los clientes también debe evolucionar con la misma rapidez y hacerlo teniendo en cuenta que el éxito tiene mucho que ver con los factores que nos diferencian en el mercado.

La innovación debe aplicarse a todos los elementos componentes de nuestro proyecto, al producto, al servicio, a su presentación, a la información sobre el mismo, etc. Todo ello es muy necesario. Teniendo presente el pequeño tamaño mencionado, se puede entender las dificultades para disponer de una estrategia diferenciada y también el acceso a las nuevas tecnologías de la comunicación en la red, habida cuenta de su principal dificultad, que es la de su mantenimiento, tanto por el tiempo de dedicación que requiere como por su coste.

El colectivo se ha compuesto, en general, de pequeñas empresas y ello ha sido, siempre, el síndrome del empresario español: ser independiente. Pues creo que esa independencia debe ser en muchos casos repensada.

La solución al tamaño no significa necesariamente tener que abordar grandes inversiones o entrar en procesos de adquisición, de fusiones o nuevos socios que, también, pueden ser pertinentes. Hay soluciones más sencillas que tienen que ver con un verdadero espíritu de cooperación, que son alianzas comerciales o industriales, que permiten, con la complementariedad que implícitamente se busca, una ampliación de la oferta, un ahorro de costes al evitar duplicidades, el acceso a nuevas tecnologías y especialmente emplear cada recurso -y me refiero al propio empresario- a lo que mejor sepa hacer.

Ir de la mano de otros colegas comerciales o industriales proveedores pueden dar a nuestras empresas una nueva etapa de renacimiento y propiciar su óptima dimensión.

Familiar

También somos familiares y esta característica tiene mucho de bueno pero con mucha frecuencia tiene, también, mucho de malo y lo explicaré lo mejor que sepa y siempre desde mi punto de vista.

Por el lado de lo bueno, los empresarios familiares buscamos la permanencia en el tiempo, la seguridad de nuestro proyecto empresarial, pues va en ello la seguridad y futuro económico de nuestra familia. La ilusión que se pone en un proyecto familiar es fantástica, no hay reloj, todo el tiempo que haga falta se pone sin rechistar. A veces la entrega y la pasión por el negocio nos hacen olvidar la dedicación a la familia, vaya contrasentido, pero suele ser real.

Si además de lo dicho anteriormente, todo el esfuerzo lo encauzamos con criterios de racionalidad profesional, que sirvan para adaptarnos constantemente a la realidad del mercado y a los mejores modelos de gestión y, añado con énfasis, a los principios de lealtad, de legalidad y garantía en el mercado, tendremos definidos los puntos fuertes que sin duda nos reconocerán la sociedad y nuestros clientes. Este esfuerzo servirá también para que cada uno de nosotros sienta la tranquilidad y presencia de ánimo para afrontar lo que nos venga…, que siempre viene.

Y por el lado malo, podemos sufrir terribles disgustos que vienen de la mano de seres queridos y que, por ser eso, queridos, producen desgarros familiares muchas veces sin remedio. Si además nos vemos con una situación tan cambiante del modelo familiar, donde abundan los divorcios, separaciones y roturas de todo tipo, podemos inferir que muchas de las circunstancias de las familias repercutirán indefectiblemente para mal en la marcha del negocio familiar.

Hay etapas en nuestra vida donde vemos, en el marco del relevo generacional, por ejemplo, el hijo que no quiere estudiar y sin más preparación quiere optar a un puesto en el negocio, en otro caso puede ser el de un hijo o hija, que para mí es lo mismo, que desee estudiar para otra profesión y se desentienda del negocio, frustrando la idea de los padres. Además, si un hijo tiene una participación en el negocio, pero sin gestión, quizá moleste al hermano que se queda, y podrá surgir la desconfianza.

¡Cuánto podemos liar esto si la reflexión la hacemos con un ejemplo de familia numerosa, o cuando hablamos de primos! Y cuando llegan las bodas también preocupan, por la influencia de la nuera o del yerno, o bien de la cuñada o cuñado que se incorporan a la familia y muchas veces no han tenido formación para entender de empresas, y menos para conocer la cultura de la propia.

En mi opinión, todo el galimatías posible es casi infinito y eso sin hablar de la problemática fiscal en los Impuestos de Patrimonio, Sucesiones o Donaciones, ni de los bienes, en gananciales, de los matrimonios, etc.

Poner orden en todo ello requiere trabajar estos asuntos con auténtica anticipación. Crear una cultura familiar sobre la empresa desde muy temprana edad de los hijos y, sobretodo, una gestión muy profesional en ella, da a todos los miembros familiares una misma visión del proyecto. Son la información y la formación la mejor cura de los males que conlleva una falta de previsión.

Ahora quiero añadir lo que se dice siempre: hay que aplicar el sentido común en relación con la empresa y también con la familia, de forma que la objetividad se aúne con el cariño. Me parece muy conveniente abordar los procesos con la ayuda externa de asesores y, teniendo en cuenta que las emociones pueden andar sueltas en estas circunstancias familiares de relevo generacional, la ayuda de un sicólogo o sicóloga especializado, que suavice las intensas emociones y refuerce la objetividad, la considero fundamental.

Termino diciendo que los problemas familiares socaban las empresas, las dividen, y los hermanos se separan y comienzan, otra vez, el proyecto… pero con un tamaño más pequeño.

Muchas gracias por leerme.

Jesús Gracia Armendáriz